Las hemorroides, o almorranas, son el engrosamiento y descenso de un tejido que en condiciones normales está situado en el canal anal. Pueden ser externas o internas. Las externas están bajo la piel del ano y las internas se localizan en la parte inferior del recto, aunque pueden protruir hacia fuera a través del ano.
El síntoma más frecuente es la emisión de sangre roja tras la defecación bien sobre las heces o en el papel higiénico. Las hemorroides internas, si no protruyen fuera del ano, no suelen doler. Si protruyen (de forma intermitente o permanente) ocasionan molestias, picor (prurito) anal o dolor. Una hemorroide interna puede ocasionar un cuadro agudo de dolor, especialmente si se ha prolapsado y no puede regresar al interior. Las hemorroides externas pueden “coagularse” (trombosis) adquiriendo el aspecto de un bulto duro, violáceo y muy doloroso en la parte externa del ano que puede sangrar al romperse.
La dieta y el cambio en el estilo de vida deben ser el paso inicial para tratar las hemorroides y suelen ser suficientes si los síntomas son leves. Una dieta rica en fibra, la ingesta abundante de líquidos (1,5-2 litros al día), el evitar estar más de 10 minutos en el váter y evitar esfuerzos bruscos durante la defecación suelen ser medidas efectivas. Los baños de asiento (en el interior de agua templada durante unos 10 minutos) pueden también proporcionar algo de alivio (cada 4-6 horas y tras las deposiciones).
Está indicada la intervención quirúrgica cuando fracasa el tratamiento conservador y cuando las hemorroides son muy voluminosas e irreductibles. La hemorroidectomía extirpa el tejido excesivo que causa el sangrado y la protrusión. Se realiza bajo anestesia y suele requerir al menos un día de hospitalización y un período variable de inactividad laboral.